lunes, 28 de junio de 2010

Por esas calles de sombra, con olor a fritanga en día de tormenta. Las palabras, los vermuts, los perfumes guardados en los cajones del invierno. La rápida transición de nuestro cuarto ennegrecido por el humo a la pequeña bendición del bullicio candescente.

Todas las sábanas tendidas, la ropa interior, el corazón de los que esperan.

Todas las calles de la infancia, puentes cruzados por muertos. Entradas para el museo de cera.

Mangueras a presión ensuciando los pies de los que andan.

Pero se hace tarde, las familias comen en las afueras y se disparan reproches a los postres.

Te llamé cien veces

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