sábado, 24 de enero de 2009

Debilidad Brines

Siempre vuelvo a Francisco Brines.
Brines me ayuda y me recuerda que no estoy sólo.
Cuando las cosas van mal acudo a Brines. Autoayuda Brines.
Me gusta experimentar el dolor hasta el paroxismo.
En sus poemas no da soluciones y yo se lo agradezco. Me acelera la angustia, así, todo es más fácil.
Este poema pertenece a su primer libro "Las brasas" publicado en 1960.

El visitante me abrazó, de nuevo
era la juventud que regresaba,
y se sentó conmigo. Un cansancio
venía de su boca, sus cabellos
traían polvo del camino, débil
luz en los ojos. Se contaba a sí mismo
las tristes cosas de su vida, casi
se repetía en él mi propia vida.
Arropado en las sombras lo miraba.
La tarde abandonó la sala quieta
cuando partio. Me dije que fué grato
vivir con él ( la juventud ya lejos),
que era una fiesta de alegría. Solo
volví a quedar cuando dejo la casa.

Vela el sillón la luna, y en la sala
se ven brillar los astros. Es un hombre
cansado de esperar, que tiene viejo
su torpe corazón, y que a los ojos
no le suben las lágrimas que siente.

5 comentarios:

  1. Sabio Don Brines. Vida que va pasando lentamente, vida vivida y recordada, las lágrimas secas, tan secas que ni los ojos quieren saber de ellas.
    El sillón es el refugio, la casa que nos arropa la tristeza que llevamos dentro.

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  2. Hola PACO, no conocía a Francisco Brines, pero me ha gustado mucho el poema. Todos nos agarramos a lago cuando tenemos un mal día, me Algro de que tu tengas a este poeta.
    El poema es muy bonito, sobre todo el final me gustaría tener lágrimas pero que no pudieran subir a mis ojos, quizá significaría que estoy más vivo todavía.

    Un saludo. Luis Roser LCD zitas

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  3. Hola Columna, Brines me puede.
    Un beso.

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  4. Luis Roser, alcahueteo tu blog de manera constante.Es increible, te gusta la misma literatura que a mí. La montaña mágica etc...
    Un abrazo.

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  5. Si quieres Luis, te puedo prestar unas cuantas lágrimas, tengo un amigo que tiene un lagrimero creo que romano, donde antes las perssonas guardaban sus lágrimas, cosa que debíamos hacer, desde que apareció el clinex nuestra vida cambió.
    Segura que Brines las guarda.

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